Editoriales


Las tres vidas de Gabriel García Márquez




Decía Gabriel García Márquez que hay tres vidas: la pública, la privada y la secreta. En su caso, muchos colombianos conocemos la pública, aunque pocos hayan leído más de un libro suyo. La
repetimos y la entendemos a medias, la usamos para definirlo; esa vida es importante porque nos da un esbozo de lo que quería proyectar hacia los demás. La privada valdría la pena estudiarla, porque en ella se esconde el hombre detrás del escritor, el ciudadano del común. La secreta nunca la sabremos, nunca llegaremos a desenterrar sus intimidades, sus miedos, sus preocupaciones más viscerales, las inquietudes que alguna vez le quitaron el sueño. Tal vez esa vida se encuentre bajo la superficie de sus letras, en las virtudes y defectos de sus personajes, en los paisajes de sus mundos, en las maravillas de su realismo mágico.

Gabriel García Márquez nació hace 91 años en Aracataca, departamento del Magdalena, Colombia. La mayoría saben esto. También saben que en 1982 obtuvo el premio Nobel de Literatura, máximo galardón que puede recibir un escritor.  Que era amigo de Fidel Castro y que simpatizaba con ideales socialistas. Para muchos, aquí termina el Gabriel García Márquez que vale la pena recordar. Es muy fácil juzgarlo solo conociendo estos aspectos de su vida. “Que dejó a Colombia por odioso”, “Que no reconocía su nacionalidad”, “Que nunca apoyó a su pueblo natal”, y muchos otros comentarios que suelen girar alrededor del estereotipo que se ha creado de él, y que poco o nada influyen en su calidad artística. No se habla del Gabo hijo, del Gabo padre, del Gabo esposo. Y aunque eso tampoco influye en su calidad como artista, vale la pena recordarlo porque sus letras e historias narran un mundo que nos sirve de espejo como sociedad. Gabo no se inventó a MACONDO de la nada, en él retrató a Colombia.

Gabito, como le decían, empezó a crear su mundo narrativo a partir de las historias que su abuela le contaba. Tuvo una infancia feliz, pero humilde. Nunca fue un hombre de un solo lugar. Ningún escritor lo es. Es imposible, pues la única manera de crear una obra tan vasta es cultivando una riqueza mental y acumulando un bagaje de experiencias, horas de lectura en silencio, conversaciones con personas de todo tipo, cuestionamientos existencialistas. Para un autor el mundo no es suficiente. Necesita alimentarse de miles de lugares para poder crear.
Con su esposa Mercedes tuvo dos hijos, se mudaron de ciudad varias veces, fueron una familia como cualquier otra.  Con soledades y angustias que pocos conocen. Como cuando vivieron precariamente, vendiendo las joyas de Mercedes mientras él terminaba de escribir Cien años de soledad. Años después vendría la fama, pero la famila Márquez Barcha siempre sería el polo a tierra de Gabo.

Observando la vida de Gabo concluimos que somos y seguimos siendo un país chico, que los aportes que nos son dados -porque no es algo menor tener un Nobel de Literatura en un país que no lee- nunca serán de completa aceptación si detrás de ellos no hay una pose, una sumisión, un patriotismo -así sea disfrazado-. Nadie es menos colombiano por no vivir en Colombia, nadie sabe más de su patria que quien ha padecido todos sus crímenes, empezando por el más cruel: el rechazo. Y nadie conoce mejor la historia de este país, desde sus entrañas, que quien logra componer un retrato, que no es únicamente el del pasado, sino el que aún, después de su muerte, persiste.

-La Movida Literaria-

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